Trinidad

Cuba 2003 La Habana Viñales Trinidad
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Llegamos a Trinidad compartiendo taxi con unos Belgas 9 horas después de haber salido de Viñales y parando a comer pollo con arroz y frijoles en un restaurante ilegal, una especia de granja escondida detrás de un camino que salía de la autopista.  La ciudad es patrimonio de la humanidad y realmente se lo merece. Es una ciudad más bien pequeña, pero muy bien conservada. Sus calles adoquinadas y sus casas coloniales dibujan una postal en cada esquina. Sin lugar a dudas es la ciudad más bonita de Cuba. Imprescindible visitarla en un viaje a Cuba y como está aproximadamente en el centro de la isla, es accesible casi desde cualquier punto.



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Las noches de trinidad son fantásticas, música en directo hasta tarde junto a la iglesia, en frente de la casa de la música. Cientos de Cubanos y turistas escuchamos música en directo cada noche hasta bastante tarde. Era gracioso ver como mientras los cubanos bailaban de esa forma que parecen estar rotos, los extranjeros nos quedábamos “boquiabiertos” mirando esos cuerpos y algún valiente se atrevía a hacer el ridículo delante de todos intentando imitarlos, pero sinceramente creo, que el Cuba es música y baile por todas partes y que cubano… se nace, no se hace (aunque podemos intentar parecernos). Estuvimos también tomando un mojito en la casa de la trova de Trinidad y no vale la pena en absoluto, es caro y sólo hay cámaras de fotos y turistas borrachos o que están en ello. Mucho mejor en la calle.
Trinidad es la ciudad perfecta para tirar una docena de carretes de fotos. Fuimos con unos holandeses en taxi hasta Playa Ancón. Genial, una playa caribeña de agua cristalina y por supuesto calentita. Allí conocimos a Luis, que por un módico precio nos llevó a comer a su casa, en el puerto pesquero de Casilda, entre Trinidad y Playa Ancón en un Chevrolet de 1950. Comimos la mejor langosta que hayamos probado jamás y estuvimos en su casa con la familia muy agradable y muy acogedora. A la vuelta, nos devolvieron en el viejo “Chevi” color verde a Trinidad. Muy bien. Os lo recomendamos. 100%.



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Cogimos un taxi que nos llevó a Topes de Collantes. Bajamos a la cascada del Caburní en el macizo de Escambray, realmente “precioso”, naturaleza en estado salvaje puro, lo peor fue la caminata a la vuelta. El taxi nos dejó en en Escambray y bajamos solos caminando por la semi-selva. Por el camino, serpientes, buitres de cuello rojo y muy lejos de la Cuba que imaginamos en los catálogos de agencias de viajes.


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