Mucho más que un canal
Textos de BAT e imágenes de Giuseppe
Panamá
ha sido un país que nos ha sorprendido gratamente. La verdad es que lo elegimos un poco a boleo, miramos qué vuelos baratos había con la Travel y elegimos este destino de Centroamérica sobre el que realmente no conocíamos mucho más que su canal y algo habíamos oído sobre Bocas del Toro que se nos quedó pendiente cuando estuvimos en Costa Rica.
Lo que más nos ha gustado ha sido el hecho de que sea un país muy poco turístico todavía, con todo lo bueno y lo malo que tiene eso, pocos turistas y gente menos “contaminada” por el turismo, pero a la vez menos facilidades para llegar a los sitios más interesantes.
Llegamos a Ciudad de Panamá después de una escala de la que nadie nos había avisado en Guatemala, Iberia y sus cosas… Nos alojamos en un albergue del barrio del Cangrejo, Hostal Voyager ). El albergue era bastante cutre, la verdad, pero nos sirvió como base de operaciones en el país y la verdad es que la zona en la que está es una zona que te da todo tipo de facilidades ya que está muy cerca de la vía comercial principal de la ciudad (Vía España) y está plagada de restaurantes y locales donde poder comer o tomarte algo. Es una zona muy segura y visto como es el resto de la capital donde encontrar un sitio para comer es la cosa más difícil que hayamos hecho nunca, creemos que merece la pena alojarse en esta zona de la ciudad, recordad, El Cangrejo.
El segundo día lo dedicamos a patear el casco histórico de la ciudad que está bastante bien y cuidado, ahora mismo siguen en obras de rehabilitación, eso sí, no os esperéis nada parecido al casco histórico de Quito, por ejemplo.
Por la noche cogimos un bus nocturno camino de Bocas de Toro, ese maravilloso archipiélago que mucha gente visita cuando viaja a Costa Rica cruzando la frontera desde Puerto Viejo, pero que nosotros no pudimos hacer en su día cuando visitamos el país de la Pura Vida, así que esta vez no pensábamos perdérnoslo y allí que nos fuimos. Como en muchos de estos países tropicales, cuidado con el aire acondicionado de los buses de noche, conviene abrigarse.
Bocas del Toro:Llegamos a Almirante a las 6 de la mañana y allí cogimos un bote que nos llevó a la isla principal del archipiélago, Isla Colón. Decidimos alojarnos en este isla para tener todo más a mano ya que tampoco disponíamos de muchos días y no nos convenía perder mucho tiempo en traslados. Hay otras islas como Carenero que están muy cerca y son más tranquilas y menos turísticas, pero la verdad es que como ya al final del viaje habíamos proyectado el relax total en el archipiélago de Kuna Yala, esta vez decidimos alojarnos en todo el cotarro y no nos arrepentimos. Colón es un pueblo pequeño, lleno de hostales, tiendas, restaurantes sobre pilares en el mar… un pueblo típico del caribe donde el ritmo se hace lento nada más pisas la isla y las sonrisas de la gente lo invaden todo. Después de buscar durante un rato sitio donde alojarnos, encontramos justo en medio del pueblo un hostal regentado por unos chinos que también regentaban el supermercado que había debajo. La verdad es que hay sitios bastante mejores, pero tampoco queríamos gastarnos mucho y la habitación estaba bien (15€ sin aire y 25 con aire), con baño, amplia y muy limpia, pero la verdad es que el hostal era muy impersonal, no dispone de ninguna zona común que te de la oportunidad de contactar con otros viajeros, pero lo dicho, hay montones de opciones, sólo hay que mirar y elegir la que más os convenga. Un consejo, si bien los hostales que están construidos sobre pilares en el mar son más caros para alojarse, merece la pena cenar o desayunar en ellos, tienen una decoración exquisita y los precios de las comidas no son nada caros para lo que cabría esperar (cenar unos 10€), además, eso de cenar mirando al mar, al aire libre, con el sol poniéndose y la brisa calmando el calor del caribe, es todo un lujazo que normalmente nuestros bolsillos no suelen poder permitirse.
Ese primer día alquilamos unas bicis para ir a playa Dragó donde nos habían dicho que había montones de estrellas de mar. Craso error el de alquilar las bicis, hay 14 km. desde Colón a la playa y nuestro error fue pensar que al ser una isla no muy grande, el camino no sería complicado, pues bien, resulto ser un rompe piernas mortal, con un calor sofocante y la humedad de la selva, el camino se nos hizo eterno y la verdad es que no lo pasamos muy bien, pero ahora es una experiencia más de la que acordarnos y reírnos de nosotros mismos y nuestra nula preparación física. Playa Dragó es un sitio muy bonito, no es una playa con un arenal demasiado grande, más bien la vegetación llega casi directamente al mar, pero la verdad es que nos supo a gloria bañarnos allí después de la tortura de la bici. Tras mucho buscarlas, dimos con las famosas estrellas y la verdad es que fue una experiencia bonita porque hay montones de ellas, de un color naranja butano precioso que contrasta con el blanco del fondo y la transparencia de las aguas. En la playa hay un pequeño restaurante donde tomamos algo para descansar de la bici y del calor pegajoso y le preguntamos a la señora si sería posible pedirle al chofer del bus (sí, sí, hay un bus que te lleva de Colón a la playa, pero nosotros nos quisimos hacer los valientes y así nos fue) que nos dejara montar las bicis en el bus y bajarnos al pueblo porque nos veíamos incapaces de volver a montar ni por un minuto sobre la bici, la señora nos debió ver tal cara de desesperación que nos dijo que si no había mucha gente de vuelta en el bus, seguramente no habría problemas y así lo hicimos, gracias al chofer del bus y a todos los que soportaron las molestias de montar dos bicis en un minibús de 15 plazas con 10 personas más dos bicis a bordo.
Los dos días restantes en Bocas los pasamos haciendo un par de excursiones, los guías te abordan por la calle para ofrecerte excursiones y casi todos hacen las mismas y cobran los mismos precios. Fuimos a Cayo Zapatilla, a Red Frog beach, vimos los delfines nadar y saltar a nuestro alrededor, hicimos snorkel en preciosos fondos coralinos, comimos langosta en restaurantes en medio del mar, conocimos gente estupenda en las excursiones… vamos, un lujo de sitio para pasar unos días al abrigo del “dolce fare niente” y el disfrute de su espectacular entorno y naturaleza.
Nos despedimos de Bocas y esta vez cogemos una avioneta que nos llevará de vuelta a Ciudad de Panamá donde pensamos alquilar un coche para los próximos 4 días explorar parte de las playas del pacífico, en concreto fuimos a Santa Catalina y a Pedasí.
El coche lo alquilamos por la mañana y ese mismo día nos fuimos a visitar el canal y las esclusas de Miraflores. La verdad es que es impresionante ver esas enormes moles de acero pasar a tu lado por un estrecho pasillo en el que parece que se van a quedar atascadas de un momento a otro. Esta es una visita obligada en el país y la verdad es que merece la pena ver la formidable obra de ingeniería que es el canal y sus esclusas.
En el albergue coincidimos con dos chicos australianos que al día siguiente tenían intención de ir hacia Santa Catalina para hacer bodyboard allí, así que les proponemos compartir gastos de gasolina si les apetece venir con nosotros en coche, aceptan la oferta y al día siguiente a las 6 de la mañana estamos de camino hacia Santa Catalina. La carretera panamericana está bastante bien, con doble carril en cada dirección y bien asfaltada por lo que el viaje no se hace demasiado pesado, pero cuando nos las prometíamos muy felices, resulta que nos colamos un cruce y para cuando nos damos cuenta que nos hemos pasado, estamos ya a no sé cuántos kms. del desvío. Preguntamos a la gente que está por la carretera esperando a los buses y nos dicen que tenemos que volver para atrás, pero en nuestro mapa vemos que hay otro camino alternativo sin necesidad de volver a hacer tantos Km. de vuelta otra vez y por ahí que nos vamos, craso error. Una vez más por ir de listos y no hacer caso a la gente local. La carretera fue toda una aventura, gravilla, baches, piedras… vamos un camino de cabras sin asfaltar, eso sí, que discurría por un entorno natural precioso, de un verde intenso, salpicado por casas de ganaderos y agricultores, con vacas por el camino, vamos, una maravilla que nos dio tiempo a disfrutar de lo lindo porque no podíamos poner al coche a más de 30 Km. por hora. Por fin llegamos a Soná y de ahí ya por una carretera asfaltada (cómo se nota que allí van turistas a hacer surf) tiramos hacia Santa Catalina y nos alojamos en las cabañas de Rolo que nos habían recomendado en el albergue de Panamá. La verdad es que el sitio está muy bien, tiene habitaciones triples con hamacas fuera para relajarse y luego un par de habitaciones dobles casi de lujo, cocina común y una terraza para agradables tertulias después de cenar, además está muy cerca de la playa. La comunidad de Santa Catalina es muy pequeña, hay unos cuantos sitios para alojarse y otros cuantos para comer, pero no demasiados, además como nosotros fuimos en temporada baja y no había muchos surfers, pues como que allí no había mucho que hacer si tu intención no es la de ir a montar olas. Nosotros queríamos haber ido a visitar Isla Coiba, pero nos fue imposible conseguir que alguien nos llevara. Al ser sólo dos nos pedían mucho dinero o si no, nos decían que buscásemos nosotros a gente, lo cual no era fácil ya que había muy pocos turistas en el pueblo y los pocos que había iban con el objetivo de surfear, así que después de un día allí visitando playas de los alrededores (muy bonita Playa Estero que era de arena negra) y descansando un poco, decidimos irnos porque no había allí mucho que hacer y tampoco veíamos que la gente tuviese especial interés en trabajar y ofrecernos actividades. Dejamos a nuestros amigos australianos allí y nos dirigimos hacia Pedasí.
El viaje fue cómodo, ya que las carreteras están bastante bien por esta zona.
Llegamos a Pedasí y nos hospedamos en el hostal Dim’s que nos habían recomendado otros viajeros. Esto fue todo un acierto, las habitaciones son amplias, muy limpias, con baño y aire y el precio es razonable. Sólo teníamos ese día para disfrutar de Pedasí y sus alrededores porque teníamos que entregar el coche al día siguiente en Ciudad de Panamá, así que esperábamos que la historia de Santa Catalina no se repitiese y pudiésemos aprovechar el tiempo. Como he dicho antes, tuvimos suerte, la dueña del hostal Dim’s, la señora Norma, nos organizó un plan para el día perfecto y así pudimos hacer todo lo que teníamos pensado. Esa misma mañana llamó a un pescador, el señor Lionel, para que nos llevara a Isla Iguana y organizó todo para que por la noche pudiésemos ir a Isla Cañas a ver las tortugas. El señor Lionel nos dio buen rollo desde que le vimos llegar al hostal, un hombre de esos que nada más verlos sabes que son buena gente, honrados, humildes, trabajadores… la verdad es que fue una gozada ir con él a isla Iguana y además, tenemos que decir que el snorkel aquí fue de los mejores que hemos hecho en nuestra vida, vimos incluso una tortuga gigante nadando!
Una maravilla isla Iguana, esperemos que puedan mantenerla como está porque ya se empiezan a oír rumores de posibilidad de atracar yates en la isla y sería una verdadera lástima que un entorno natural casi virgen dejara de serlo por el afán especulativo de los mismos de siempre. Lionel ya nos habló entonces de que mucha gente famosa estaba comprando tierras por aquella zona en la que tienen kilómetros y kilómetros de costa virgen y nos hablaba de los peligros que esto acarrearía para el ecosistema, las dunas de cerca de la costa que estaban desapareciendo y cómo eso influiría en todo el ecosistema, en la pesca, que era su modo de vida, en el turismo responsable que era el que ahora se hace allí, etc…
Después de pasar un estupendo día con el bueno de Lionel, volvimos al hostal, nos duchamos y a todo correr hacia Isla Cañas, donde llegamos ya de noche. Nos estaba esperando un chico para pasarnos a la isla en barca, pero primero tuvimos que pasar por el trance de cruzar el manglar descalzos y a oscuras (ninguno teníamos linterna) porque la marea había bajado y teníamos que llegar andando hasta donde estaba la barca, aquello fue una aventura, nunca pensé que podría hacer algo así, quitarme los zapatos y andar por el lodo del manglar sin ver lo que pisas… una urbanita como yo no está acostumbrada a estas cosas, pero la verdad es que fue gracioso y solventamos la papeleta con mucha dignidad…
En Isla Cañas nos dieron de cenar en un pequeño restaurante y luego un guía nos llevó en carreta de caballo a la playa para intentar ver alguna tortuga desovando. Vimos una que salió del agua, pero se volvió a meter quién sabe por qué, quizás no le pareció el sitio adecuado para poner sus huevos… y vimos a una desovar, no era la primera vez que veíamos esto en directo, pero no dejar de ser uno de los espectáculos más conmovedores que hayamos visto jamás. La pobre tortuga echa hasta lágrimas por el esfuerzo realizado, se pone en trance y tú allí acariciando su lomo y viendo cómo caen los huevos de dos en dos o de tres en tres. Fue una experiencia más dura que la vivida en Tortuguero (Costa Rica), ya que había una mujer que estaba quitándole los huevos a la tortuga según los iba echando y la verdad, no fue muy agradable. Según nos contaba el guía, la gente de la isla que no tenía recursos siempre había utilizado los huevos de tortuga para sacar algo de dinero y ahora no les podían quitar esa fuente de ingresos de golpe, con lo que se les permitía coger huevos a tortugas que los pusieran en una determinada zona de la playa y sólo en esa, mientras otras zonas de la playa estaban vedadas. Esta era la primera fase del proceso, la idea era que en un futuro nadie cogiese huevos, ni cazase tortugas (esto ya no se hace), pero eso tiene que ser un proceso en el que haya una educación de la comunidad sobre el tema.
La verdad es que la excursión a Isla Cañas nos gustó mucho. Es una isla aislada y a la que no va casi nadie, de hecho unos niños con los que fuimos en la barca se maravillaban porque hubiésemos ido desde tan lejos a ver su isla y sus tortugas, les parecía alucinante y eso hace que el sitio tenga un encanto especial. No están acostumbrados a las hordas de turistas y por lo tanto, todavía mantienen ese punto de curiosidad hacia el visitante, algo que notamos en toda esta zona de Pedasí y que nos hizo arrepentirnos de haber pasado dos días en Santa Catalina sin hacer nada, pudiendo haberlos aprovechado en esta zona que nos dejó un muy buen sabor de boca en el poco tiempo que estuvimos. Por la mañana, nos despedimos con mucha pena de Pedasí y de la gente del hostal Dim’s y salimos rumbo a Ciudad de Panamá para entregar el coche, hacer noche en el Voyager y a la mañana siguiente partir volando hacia el paraiso.
Desembarcamos en Isla Robinson y después de asignarnos a cada grupo una cabaña, inspeccionamos un poco la isla, labor que nos llevó entre 3 y 5 minutos, por lo que pensamos que quizás nos habíamos equivocado al planear estar allí 4 días completos, pero nada más lejos de la realidad, aunque al principio te parece que te vas a aburrir allí sin nada que hacer, justamente ese es el aliciente de Kuna Yala, el no hacer nada y disfrutar a tope del entorno natural. Parece mentira que queden todavía sitios así en el mundo, tan bonitos y sin explotar turísticamente y la verdad es que fue todo un lujo poder disfrutar de esto ahora que todavía es posible.El viaje en avioneta hacia Río Sidra (Kuna Yala) fue una odisea, había mucho viento y la verdad es que el movimiento de la avioneta acojona bastante aunque sea un vuelo de apenas media hora. La pista de aterrizaje de Río Sidra es un camino casi sin asfaltar al que se llega desde el mar, vamos, que cuando vimos aquello, cerramos los ojos y que sea lo que Dios quiera… Aterrizamos bien o como se pudo, pero al menos sin problemas mayores y allí estaban los chicos de Isla Robinson esperándonos para llevarnos a la que sería nuestra isla particular durante los próximos 4 días. Coincidimos en la misma isla con dos grupos de navarras, tres amigas por un lado y dos hermanas por otro, así que nos juntamos allí, nosotros dos y 5 navarras con las que tuvimos muy buen rollo y que hicieron que nuestra estancia en el paraíso la recordemos como 4 días de relax, buen rollo, amigos, risas, tertulias…
Las cabañas son muy muy básicas, el suelo es la misma arena de la playa y tienes un somier y un colchón bastante malos por cierto, nada más, pero todo se compensa por el paisaje, por la atmósfera que se respira. En la isla había un baño rústico y luego una zona común para comer y pasar el rato hablando, jugando a las cartas, etc…
Desde Isla Robinson fuimos un día a Isla Pelícano y otro a Isla Perro para hacer snorkel en su barco hundido y también nos llevaron un día a visitar la comunidad de Río Sidra. Todas las islas son muy parecidas y el snorkel está bastante bien aunque es mejor cuanto más mar adentro esté la isla. El resto del tiempo lo pasamos charlando, bebiendo cerveza y ron, bañándonos en la playita de nuestra isla, conociendo a los chicos que estaban con nosotros, Igua y Alveiro, dos hermanos que trabajaban para Robinson, uno de cocinero y el otro de barquero. Hicimos muy buenas migas con ambos y la última noche también conocimos a Ina, un señor que tenía otras 5 cabañas en la misma isla y a su mujer Verónica que era la que nos vendía las cervezas, refrescos, etc… Conocer a Ina fue toda una experiencia, el hombre era médico tradicional Kuna y nos contó montones de historias sobre su cultura, sus leyendas y tradiciones, además de darnos algún que otro consejo de medicina naturista con lo que la isla nos ofrecía. La pena fue que esto fue la última noche y ya al día siguiente nos teníamos que volver a Ciudad de Panamá por lo que no pudimos profundizar en la relación con Ina y su familia, una verdadera pena porque eran muy buena gente y conectamos con ellos de una forma especial.
Al día siguiente, nos despedimos de Igua y Alveiro que se quedaron muy tristes con la marcha del grupo “puro vasco” con el que habían tenido tan buena relación y la verdad es que nosotros sí que estábamos tristes, dejábamos allí muy buenos momentos y uno de los lugares más idílicos que hayamos visto y probablemente vayamos a ver jamás, eso sí, todos hicimos la promesa de volver algún día…
El último día lo aprovechamos en Panamá City para hacer compras por Vía España, ya que había bastantes cosas que estaban más baratas que aquí sobre todo porque se compraban en dólares y el euro entonces estaba bastante más fuerte. Así que después de dejarnos los cuartos, nos despedimos definitivamente del país y nos dirigimos al aeropuerto para volver a casita y es que lo bueno siempre se acaba antes de lo que una quisiera.
Panamá ha sido un destino casual, elegido más por el precio del billete que por un interés o conocimiento real sobre el país, pero la verdad es que nos ha sorprendido muy gratamente. Ha sido un viaje muy de costa, de playas tanto en el caribe como en el pacífico, un viaje nuevo, de sorpresas, de emociones nunca vividas antes, un viaje donde sentir que el lugareño se interesa por el visitante más allá del dinero que lleve en el bolsillo, en definitiva, un viaje para el que creo que elegimos el momento idóneo porque no tengo demasiadas esperanzas en que aquello vaya a mantenerse tal y como nosotros lo hemos visto y vivido, así que ya sabéis, Panamá o es ahora o será como un viaje cualquiera a centros de resorts de esos que tanto abundan destrozando entornos que se pierden para siempre.
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